16.12.06

Madrid, Madrid, Madrid...

Pasados dos días de la vuelta de nuestra visita al Tribunal Constitucional, se me ocurre hacer un pequeño resumen de lo sucedido allí, que no es poco.

Con la licencia de saltarme los actos preparatorios (no punibles, por cierto) haremos un rápido recorrido hasta Aranjuez, donde el viento barría hoy las hojas secas sin color, pero antes un inciso para comentar el pequeño comentario macabro del amantísimo subdelegado de nuestra clase "Ehh! ¿Sabéis que vamos a descarrilar?". Comentado esto puedo proseguir con la venia del espectador.

En algún lugar del recorrido el tren chirrió y, ante las caras atónitas de todos, quedó parado sin que nadie nos dijera nada de por qué. La mujer sentada delante de quien soltó tal perla dijo "niño, eres un cenizo" y ya, por fin, después de esperar un poco, una voz por megafonía nos avisó que, por problemas técnicos, debíamos hacer un transbordo y poco faltó para que continuara diciendo "y apáñense usías la vida". Estupefactos y desconcertados bajamos del tren cuando paró en la estación más cercana como si de un aviso de bomba se tratara y siguiendo al personal fuimos a un aparcamiento donde vimos cómo un autobús (el autobús) salía cargado de pasajeros más rápidos que nosotros. Supimos que era Aranjuez no porque nos lo dijeron sino por un coche de policía local que había al lado nuestro. Se acercó el caballero de Renfe y nos dijo que no sabía cuándo vendría otro, que la solución alternativa era coger 2 trenes y un autobús intercalados para llegar a Atocha. Mientras estábamos esperando nos enteramos que el autobús cayó sobre las 4 de la tarde. Eran las 7 de la tarde y no habían sido capaces de planificar nada para 3 horas más tarde, sabiendo que llegaría un tren de largo recorrido con más de 60 personas dentro, justo las que cabían en el bus que salió anteriormente.

Entramos corriendo de nuevo a la estación junto nuestras maletas para coger el tren que se dirigía a Valdemoro, para luego coger un urbano con dirección Pinto y de allí otro cercanías con dirección Atocha. Sí, el camión estrella de la tarde cayó entre Pinto y Valdemoro (y mira que es complicado esto) para amenizarnos la tarde y evitar que el nuestro fuera un viaje aburrido. Una vez en Pinto, el autobús quiso hacer una maniobra "peligrosa" -peligrosa porque un coche corría el riesgo de perder su trasero y una esquina de ser redondeada- y tras unos minutos de esfuerzo, en los que pensamos que sería mejor bajar del autobus, levantarlo de atrás y girarlo nosotros mismos, logró conseguir dicha hazaña. Bajamos cerca de la estación y cogimos el tren como si de una pareja enamorada se tratase, corriendo el uno hacia el otro, a excepción del tren, que no se podía mover.

¡¡¡Por fin ya estábamos en Atocha!!! 2 horas más tarde, pero ya estábamos en Atocha!! Donde, supuestamente nuestro estado de nervios se calmaría -ja, ja, ja-. Vino un amigo a recogernos y hacernos de guía por Madrid y nos llevó al hotel donde por fin pudimos sentarnos un poquito a descansar. Nos invitó a dar un paseo por Madrid y allá que fuimos: Congreso, Senado, algunos Ministerios, Puerta del Sol, Ateneo, Monumento a las víctimas del atentado a Alfonso XIII, Callejón del Gato...

De vuelta al hotel pensé que dormiría tranquila porque se acabó mi aventura (no sentimental, que quede claro). Subí a la habitación y estaban mis compañeras mirando al televisión. Me puse el pijama y estuve hablando con ellas un ratillo. Cerré los ojos y al poco tiempo sonó el despertador.

Nos levantamos con ilusión y terminando de arreglarnos sonó el teléfono con una invitación para subir en un taxi y compartir viaje. Muy a nuestro pesar llegamos tarde a la cita, aunque nos estaban esperando todavía. Nerviosas porque ya se nos hacía tarde ocurrió el milagro. Apareció ante nosotras un taxi con un taxista educado y con principios morales que nos llevó en menos que canta un gallo a nuestro destino, llegando 2 minutos antes de lo previsto y por lo menos, pudiendo así respirar hondo y ahora reirnos de nuestro pequeño estado de nervios.

Al salir de la visita ya fue todo normal, fuimos a comer a una crepería, volvimos a Atocha a hacer pequeñas compras y al tren, esta vez sin sorpresas.

Si me permitís me encantaría agradecer a los organizadores esta actividad en la que, además de hacer crecer nuestro instinto de supervivencia, ha ayudado a conocernos mejor los asistentes. Un pequeño hueco aquí también se merece la farmacéutica amable que nos guardó las mochilas durante la visita.

¡Un saludo y hasta la próxima!

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